¿Es la religión un problema mental?

Como dice Robert Pirsig, “cuando una persona padece un delirio, a eso se le llama locura. Cuando muchas personas padecen un delirio, a eso se le llama religión”.

De hecho, si las creencias religiosas no fueran explícitamente excluidas de los manuales de psiquiatría y psicología, sería imposible distinguirlas de los delirios aceptados como problemas mentales en dichos manuales. Es por esto que si una persona cree que un extraterrestre le ha dado telepáticamente instrucciones concretas, su familia le sugiere ir al psiquiatra. Pero si ese extraterrestre se llama Jesús y le ha dicho que su profesión debe ser el sacerdocio católico, su familia le sugiere ir a la universidad a estudiar teología y dedicarse a esa profesión (si cumple los primeros requisitos, que son ser un hombre y prometer no tener ningún tipo de relaciones sexuales en toda su vida).

La religión es un delirio colectivo, algo que impide a las personas comprender gran parte del mundo que les rodea y que nos crea a todos, creyentes y razonantes, un sinfín de problemas de los cuales enumeré algunos en el artículo anterior: “¿Tienen algo bueno las religiones?”. Una persona religiosa está afectada por un delirio colectivo y, por tanto, tiene un problema. Sí, ya va siendo hora de llamar a las cosas por su nombre: la religión es un enorme problema que no afecta solo a la gente religiosa, también al resto de la sociedad.

Incluso la inmensa mayoría de las personas religiosas comprenden esta realidad en todas las religiones, excepto en la que han sido adoctrinados, casi siempre desde bebés. A un cristiano le parece una locura la forma en que se trata a las mujeres en los países de mayoría musulmana, a un musulmán le parece una locura la creencia en la reencarnación de los budistas, y a un budista le parece un sinsentido la creencia en que un tal Yaveh condene al infierno a alguien que ha vivido solo una vida.

 

Aun así, casi toda la gente religiosa está dispuesta a fingir que considera buenas  las religiones diferentes a la suya a cambio de que se trate con respeto su propio delirio colectivo. Pero lo peor es que la mayoría de la gente no afectada por estos delirios también está dispuesta a fingir que los considera sanos para evitar el enfrentamiento social, o incluso acaba creyendo que no son tan malos porque ni siquiera se para a pensar realmente lo gravemente dañinos que son estos delirios para la sociedad en su conjunto. Tal es la presión social contra quien se atreve a llamar a las cosas por su nombre.

Lo peor que podemos hacer con un problema es negar su existencia o ignorarlo. Aunque en muchos países la religión va perdiendo fuerza, en muchos otros no lo hace. Incluso algunos estudios sugieren que en los próximos años las personas religiosas podrían ser una mayoría aún más importante que hoy, en parte porque algunas se toman bastante en serio lo de “creced y multiplicaos”.

Por ello, quienes podemos hablar abiertamente de este grave problema debemos hacerlo urgentemente, en todos los ámbitos posibles y siempre que podamos. Y debemos frenar la propagación de cualquier religión si queremos vivir en una sociedad en que las personas afectadas por estos delirios colectivos sean una triste anécdota y no una gran mayoría como actualmente en el mundo.

Fuente original del artículo: fascinaos.com

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